Durante el novenario de Caacupé, el obispo de San Juan Bautista Misiones, Pedro Collar resaltó la imperante necesidad de consensuar un pacto educativo nacional y priorizar una formación integral que prepare a las nuevas generaciones.
El tema de este lunes es «Orar por las vocaciones consagradas y sacerdotes » y fue desarrollado por el obispo de la Diócesis de San Juan Bautista Misiones, monseñor Pedro Collar Noguera, en el marco del séptimo día de novenario en honor a la Virgen de los Milagros de Caacupé.
En la oportunidad, el monseñor admitió que los principales desafíos de la educación en el Paraguay siguen siendo la implementación de una nueva reforma educativa, la capacitación de docentes y una mejor ejecución de recursos disponibles.
“Al igual que la familia, la irrupción de la denominada ideología del género ponen en riesgo un plan educativo con principios y valores irrenunciables de nuestra Constitución Nacional, como la dimensión trascendental, la familia, la vida y la dignidad de las personas”, indicó Collar Noguera.
Igualmente destacó la imperante necesidad de consensuar un pacto educativo nacional y priorizar una formación integral que prepare a las nuevas generaciones para acompañar y liderar el camino presente y futuro de la patria.
En otro momento de su homilía, expresó su solidaridad a las familias damnificadas por la crecida de los ríos Tebicuary y Paraná. En ese sentido, pidió a la ciudadanía a practicar la solidaridad e instó a las autoridades a ocuparse mejor de las familias afectadas, con soluciones concretas y definitivas.
Asimismo mencionó que la sociedad experimenta cambios vertiginosos y exponenciales como el libertinaje que corrompen a las personas, principalmente a los jóvenes.
En ese contexto, apuntó contra el desarraigo, el miedo al riesgo, el cuestionamiento de todo valor objetivo referencial, el rechazo a las decisiones irrevocables, la crisis de fidelidad a compromisos contraídos, oposición a opciones de vida vinculantes, que según dijo “están a la orden del día”.
“En nuestro país también se evidencia la cultura del descarte como una realidad que tiene hacer de la persona humana y de su servicio un objeto a desecharse, si no está en capacidad de producir, las personas son bienes de consumo que pueden ser usados y tirados, esclavizados, excluidos o sometidos a desigualdad y falta de recursos y derechos”, comentó.
El religioso mencionó que todo lo expuesto anteriormente implica una visión distorsionada de la persona, una mirada que ignora su dignidad y su carácter relacional; pobreza, inseguridades, desocupaciones, violencia doméstica, narcotráfico, estafas y muchas otras situaciones “que no se adecuan al plan amoroso de salvación de nuestro buen Dios”, subrayó finalmente.