Eno Raulino Mitchels, agricultor y productor de soja de Nueva Esperanza, departamento de Canindeyú es un ejemplo de perseverancia y dedicación en el sector agropecuario paraguayo.
A sus 62 años, este descendiente de alemanes refleja en su historia una filosofía de trabajo centrada en el esfuerzo, la familia y el respeto a la tierra.
Del sacrificio al éxito sostenible
Mitchels recuerda su infancia marcada por limitaciones económicas en una foto familiar que simboliza aquellos tiempos: una camiseta corta que dejaba su abdomen al descubierto, testimonio de las carencias de su familia recién llegada a Paraguay. Hoy, la realidad es distinta, pero su enfoque sigue siendo el mismo: valorar el bienestar y la autosuficiencia más allá de las riquezas materiales.
Dueño de una chacra de 200 hectáreas, Eno cultiva soja, maíz y trigo, además de dedicarse a la cría de cerdos y la producción avícola. Su filosofía incluye la autosuficiencia alimentaria, abasteciendo a su hogar con productos propios. «Aunque soy sojero con orgullo, también soy maicero y triguero. La agricultura es un pilar económico para Paraguay», afirma.
El impacto de la soja y los desafíos del agro
Mitchels destaca la importancia de la soja en la economía nacional, recordando la sequía de 2022 que redujo la producción al 30% de la capacidad, impactando profundamente en el país. Subraya que la labor agrícola no se limita al cultivo, sino que abarca roles como mecánico, albañil y psicólogo familiar.
Con un enfoque autodidacta, Eno domina todos los aspectos de su oficio, desde la aplicación de agroquímicos hasta la gestión administrativa. A pesar de los avances, no olvida los días en los que trabajaba solo, contratando personal temporal únicamente en épocas de siembra y cosecha.
La familia como núcleo y legado
Eno vive actualmente en Nueva Esperanza, mientras que su chacra, ubicada a 10 kilómetros, es cuidada por un casero. Su hijo Lucas, inspirado por la ética de trabajo familiar, construyó un galpón con 500 gallinas ponedoras, un negocio propio que refleja la continuidad de los valores inculcados.
Mitchels también destaca la importancia de respetar las leyes y mantener prácticas agrícolas responsables. «Tenemos que cumplir con las normas, nos gusten o no, porque están ahí para garantizar el bien común», señala.
El ritmo incansable del campo
En la conversación, Eno profundizó sobre el desafiante ritmo de la vida rural. «Cambiar la dirección de la ley también para que sea más aplicable es importante, pero nosotros tenemos que trabajar a diario», comentó. Añadió que, aunque su mente está siempre preparada para las tareas del campo, su cuerpo ya no responde con la misma agilidad. «Me gusta estar en la chacra, pero hoy tengo que cuidar más mis fuerzas. La siembra y la cosecha no esperan; hay que trabajar hasta altas horas de la noche, porque el momento es clave».
Mitchels explicó cómo las condiciones climáticas determinan sus jornadas. «Trabajamos en la madrugada, cuando hay humedad, la temperatura es baja y no hay viento. Así evitamos contaminar el ambiente. Para las ocho de la mañana ya estamos en casa, mate en mano, descansando un poco antes de continuar», relató.
Durante los periodos de siembra, sus jornadas pueden extenderse hasta la una de la mañana. «Es temporal, 8 o 10 días intensos que aseguran un cultivo bien plantado. Pero pocos entienden el esfuerzo detrás de esos paisajes verdes que ven al pasar por la Ruta 7», reflexionó.
Educando a las nuevas generaciones
Eno también comparte su amor por la agricultura con sus nietos. Relató cómo Elena, una de sus nietas, lo acompañó al campo y creó una muñeca con una espiga de maíz. «Ellos aprenden a observar y a cuidar la tierra. Miguel, otro de mis nietos, ya identifica daños en las plantas y me avisa: ‘Abuelo, acá un bicho comió la hoja’. Estoy enseñándoles a valorar el cultivo y a protegerlo», comentó con orgullo.
El productor frente a los desafíos sociales y políticos
Mitchels reflexionó sobre los prejuicios y obstáculos que enfrenta el sector agropecuario. «Mucho se ha hablado mal de la soja, acusándonos de destruir el medio ambiente y los ecosistemas. Hubo agresiones y hasta asesinatos de productores en tiempos difíciles», recordó.
Señaló que, tras la caída de la dictadura en 1989, el país entró en un periodo de transición democrática que trajo consigo numerosos conflictos. «No todos estaban preparados para una democracia verdadera. Surgieron organizaciones como la Asociación de Productores de Soja (APS) para defender nuestros intereses y garantizar nuestra tranquilidad», explicó.
Denunció también la corrupción en el sistema judicial y administrativo. «Muchos productores fueron estafados por pseudo fiscales que venían a las chacras a pedir sobornos bajo pretexto de supuestas infracciones. Esto sucede porque no estamos suficientemente informados. La APS puede ayudarnos, pero debemos aprender a defendernos mejor», indicó.
Optimismo en medio de las adversidades
A pesar de todo, Mitchels mantiene una visión positiva sobre el futuro. «Paraguay es un país muy rico, y seguimos creciendo a pesar de los robos y la corrupción. Necesitamos un sentido de pertenencia más profundo y una visión más amplia para construir un mejor porvenir», concluyó.